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  • Los partidarios de abandonar obtienen un 51,9% de los votos
  • La libra se hunde y baja a mínimos de los últimos 30 años
  • Escocia e Irlanda del Norte, dos focos de problemas internos

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El Reino Unido votó por salir de la Unión Europea (UE) en el referéndum de este jueves 23 de junio con un 51,9% de votos a favor de abandonar, frente a un 48,1% que optaron por la permanencia. El primer ministro británico, David Cameron, ha presentado su dimisión inmediatamente y la reacción en los mercados no se ha hecho esperar: la libra sufre las peores caídas de su historia y se va a niveles no vistos desde 1985.

Con un 72,2% de participación, los partidarios de dejar la UE sumaron 17,41 millones de votos, mientras que los partidarios de permanecer, liderados por el primer ministro Cameron, se quedaron en 16,14 millones, un millón de votos de diferencia. Es la primera vez en la historia de la UE que un Estado miembro vota su salida.

Precisamente, poco después de las 9:00 de la mañana el primer ministro ha anunciado su dimisión tras perder claramente una votación que promovió para intentar apagar la división interna del Partido Conservador. Cameron no ha hecho caso a la carta de dos tercios de los diputados conservadores que habían defendido la salida y que le han expresado su apoyo para permanecer en Downing Street por el «mandato y deber» obtenido hace tan sólo un año.

Un resultado inesperado, al menos acorde con las últimas encuestas y las casas de apuestas, y que ya se está notando en los mercados financieros, donde se viven momentos de tensión y movimientos bruscos, siendo el hundimiento de la libra la reacción más violenta: se desploma cerca de un 10% frente al dólar en su peor jornada histórica y cae a mínimos desde 1985.

Los resultados muestran una clara división en Reino Unido. Por regiones, la permanencia en la UE solo ha conseguido victorias claras en la ciudad de Londres, Escocia e Irlanda del Norte. Por el contrario, en el resto de Inglaterra y en Gales los partidarios de la salida han sido mayoritarios.

Nigel Farage, el histriónico líder del partido de ultraderecha UKIP y que lleva 20 años pidiendo dejar la Unión, ha declarado hoy como el «Día de la Independencia». Es el gran vencedor del referéndum junto a Boris Johnson, el conservador ex alcalde de Londres y compañero de partido de Cameron, del que se dice que incluso podría ser el próximo primer ministro.

La ultraderecha europea ha celebrado el resultado y desde Francia, Países Bajos e Italia ya han pedido consultas sobre la pertenencia a la UE en sus respectivos países. «¡Victoria de la libertad!» ha vitoreado en redes sociales la francesa Marine Le Pen. Donald Trump también ha aplaudido el resultado, destacando que los británicos «han recuperado su país».

Incógnitas sobre el proceso

Una de las grandes incógnitas es el grado de preparación de Reino Unido para un proceso que podría llevar años, puesto que el propio primer ministro había asegurado públicamente que no había «plan B». Tras jugarse su credibilidad a la carta de una apuesta que, según él, haría al «más fuerte y más seguro», Cameron ha sido la primera víctima de una votación que ha puesto del revés a los mercados globales.

Aunque el Tratado de Lisboa establece las pautas de este procedimiento en el artículo 50, el primer movimiento ha de partir del estado miembro, que debe notificar a la UE su deseo de abandonar. De hecho, Londres no está obligado a proceder inminentemente (y Cameron lo ha dejado en manos del próximo primer ministro), es más, los partidarios de romper con Bruselas han manifestado ya su preferencia por aguardar, puesto que, pese a meses de campaña, la fórmula que regiría sigue siendo una incógnita. Así será el paso a paso de la salida de la Unión Europea.

Los plazos, a priori, están marcados, si bien los dos años establecidos en la normativa comunitaria podrían ampliarse siempre que lo autoricen los otros veintisiete socios. Expertos en Derecho europeo creen que, dada la complejidad, las negociaciones podrían llevar hasta una década y los propios defensores del divorcio asumen que, como mínimo, serían necesarios cuatro años.

Escocia e Irlanda: amenaza interna

Ahora Reino Unido afronta una amenaza a la supervivencia dentro de sus fronteras, ya que en Escocia un 62% de los votantes se manifestaron a favor de seguir en la UE, lo que seguramente generará presión para un nuevo referéndum sobre si convertirse en una nación independiente.

De hecho, los principales líderes del SNP, el partido nacionalistas escocés, ya han avisado que con el Brexit pedirán una nueva consulta por la independencia. Otro problema en el horizonte es Irlanda del Norte, donde ha ganado la permanencia y el viceprimer ministro, Martin McGuiness, ya se ha apresurado a pedir un referéndum sobre una posible unión con Irlanda.

Dejar la UE podría costarle a Reino Unido el acceso al sistema de mercado único sin barreras y significaría que debería buscar nuevos acuerdos comerciales en todo el mundo. Obama dijo que Gran Bretaña estaría «al final de la fila» para un pacto con Estados Unidos.

La UE quedará debilitada económica y políticamente, enfrentando la salida no sólo de uno de los miembros que ha defendido con más fuerza las políticas de libre mercado, sino también un país con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y con un Ejército poderoso. El bloque perderá de golpe cerca de un sexto de su producción económica total.

Se espera que Cameron informe formalmente el resultado a sus homólogos europeos dentro de pocos días y que prepare las negociaciones para la primera salida de un Estado miembro de la UE. El líder británico convocó el referendo en 2013 en un intento por reducir la presión de los euroescépticos locales, incluidos algunos dentro de su propio partido. Inicialmente considerada como un triunfo fácil, la votación ha puesto su futuro político en riesgo.

Los sondeos de opinión mostraron resultados dispares durante los cuatro meses de una enconada campaña, y el bando a favor de la permanencia consiguió la ventaja la semana pasada después de que la parlamentaria europeísta Jo Cox fue asesinada. El ataque conmocionó a los británicos y generó preguntas sobre si el tono del debate estaba fomentando la intolerancia y el odio.

Encaje en el mercado común

Además, uno de los factores más complejos será el potencial encaje británico en el mercado común. La presión, por tanto, será notable para hallar una solución que implicará delicados compromisos de las partes, un esfuerzo que podría necesitar años antes de que se pueda garantizar el apoyo de una mayoría cualificada de los ministros del ramo para, posteriormente, lograr que la propuesta sea ratificada por los demás estados miembro y, a continuación, por los Parlamentos europeo y británico.

El problema es que uno de los catalizadores del Brexit ha sido el control de los flujos migratorios y la pertenencia al mercado común implicaría, a priori, el libre movimiento de personas, dos elementos indisociables y, para la UE, innegociables, por lo que, a priori, Londres no podría mantener el primero sin tener que aceptar el segundo, lo que complica la ecuación entre prosperidad económica y límites a la entrada de ciudadanos comunitarios.

No en vano, abandonar el mercado común no es una opción extendida entre los defensores del Brexit, que se encuentran dividido entre quienes proponen directamente abandonarlo, aquellos que creen posible permanecer por el propio interés del resto de sus integrantes de no perder a la segunda economía europea, los que abogan por establecer acuerdos bilaterales e, incluso, quienes ven viable operar con los 161 miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Este encaje, con todo, constituye tan sólo una pieza más del complejo puzle legislativo de un proceso que obligaría a revisar hasta 80.000 páginas de acuerdos comunitarios, con el objetivo de decidir descartes, qué áreas enmendar y cuáles mantener, un sumario que, inevitablemente, querrá supervisar el Parlamento británico y cuya duración constituye un enigma.

En consecuencia, junto a la resolución de una profunda crisis política en casa, el Gobierno, independientemente de su constitución, tendrá que resolver un proceso sobre el que no hay precedentes, tan sólo la salida de Groenlandia, ni siquiera un estado, sino un territorio que formaba parte de Dinamarca, hace más de 30 años, cuando la UE no era tampoco la unión política en la que se ha convertido hoy en día.

Por si fuera poco, este nuevo capítulo tendría que acordarse con socios que difícilmente mostrarán empatía hacia quien ha decidido abandonar, a pesar de los compromisos que tanto costaron en febrero y que hubiesen garantizado para Reino Unido el ansiado estatus de verso libre de una Europa cada vez más cohesionada. Por otra parte, a escala europea, el temor es que la partida británica genere un efecto dominó entre otros integrantes de los Veintiocho y, sobre todo, que desencadene un auge del populismo y el nacionalismo.

Fuente: eleconomista.es