El atisbo, diagnóstico y posterior colapso de una burbuja se ha postulado tradicionalmente como casi un tema tabú entre los inversores, bien por la dificultad de determinar su sintomatología o la simple ignorancia del proceso que implica una espectacular subida en el precio de un activo, generando expectativas futuras que, por lo general, acaban por desinflarse. Desde meros bulbos de tulipanes, las acciones de la Compañía de Mar del Sur, las artimañas de John Law y la Compañía del Mississippi o, más recientemente, las punto.com y las hipotecas de alto riesgo, los ejemplos y comparaciones de esta clase de incidentes abundan en la historia. De hecho, hay quien considera que el Bitcoin o, más bien, el vasto mercado de las criptodivisas se postula como el próximo capítulo en esta lista.
Con una capitalización de más de 600.000 millones de dólares, según los datos más recientes recopilados por CoinMarketCap, y cientos de alternativas, como Etherum, Litecoin, Ripple, o Dogecoin, estas criptomonedas «no se pueden valorar de manera fiable y tienen un importante riesgo de cola derivado de las prohibiciones regulatorias», estima Marko Kolanovic, estratega jefe de J.P. Morgan Securities, quien enumera una serie de factores para desconfiar de esta clase de activos.
«No hay realmente una escasez, ya que prácticamente cualquier persona puede crear una nueva criptomoneda, y los algoritmos existentes se pueden modificar para aumentar la cantidad de divisas digitales», justifica señalando, además, como su uso es lo suficientemente «irritable» como para provocar las ofensivas por parte de distintos gobiernos y reguladores. Prueba de ello es que reguladores de China o Corea del Sur han prohibido las conocidas como las Ofertas Iniciales de Criptodivisas (ICO, por sus siglas en inglés).
Desde 2008, las criptomonedas han ganado popularidad con más de 1.000 tipos, coincide Kiran Ganesh, estratega de UBS, matizando que su valor agregado supera la capitalización de mercado de compañías como IBM. Aún así este experto «duda mucho» que estos activos logren convertirse o emular el comportamiento de las divisas convencionales.
Entre las razones mencionadas destaca el hecho de que el suministro del dinero encriptado sea potencialmente ilimitado, una barrera ante una posible adopción masiva. «Creemos que el fuerte aumento en las valoraciones de las criptomonedas en los últimos meses es una burbuja especulativa», sentencia.
¿Fraude a la vista?
La semana pasada, Charlie Lee, el creador de Litecoin, otra de las divisas digitales que inunda este mercado, informó haber vendido todas sus inversiones en esta criptodivisa citando la percepción pública de un posible conflicto de interés. Aunque confirmó que «siempre se abstuvo» de comprar y vender Litecoin antes o después de la publicación de «tuits importantes», algunos han percibido sus actividades como movimientos especulativos para aumentar su riqueza personal y no garantizar «el éxito de Litecoin y de las criptodivisas en general», explicó Lee.
Una prueba más de la incertidumbre que rodea a esta clase de activos. Con una capitalización de 25.656 millones de dólares, Litecoin se postula como la séptima mayor criptodivisa, según el portal Onchainfx, sólo superada por Dash, Stellar Lumens, Bitcoin Cash, Ripple, Ethereum y Bitcoin, el rey de oros de este mercado. En este último caso, con una revalorización de más del 1.400%, tanto el Bitcoin como el mercado que representa no pueden sacudirse las inevitables comparaciones con otras burbujas especulativas.
Entre ellas destaca la de los tulipanes, la que hasta ahora se postula como una de las más importantes de la historia. Sin embargo, desde Convoy Investments, sus fundadores Howard Wang y Robert Wu, recalcan como el precio de esta criptodivisa «se ha multiplicado por 17 este año y por 64 en los últimos tres años superando así el ascenso de los tulipanes holandeses durante el mismo periodo de tiempo».
Con detractores de la talla de Warren Buffett así como gestores de fondos de cobertura como Howard Marks o Ray Dalio, banqueros como Jamie Dimon, consejero delegado de JPMorgan, o premios Nobel como Robert Shiller, pero apoyos como la propia directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, quien considera que ignorar las criptodivisas «no es de sabios», es imposible pasar por alto el voraz y volátil comportamiento de estos activos.
Organigrama de una burbuja
Pese a las peculiaridades de cada uno de los episodios históricos que han acompañado a las múltiples burbujas especulativas, cuyas consecuencias han variado en mayor o menor grado, el economista estadounidense, Hyman P. Minsky, consiguió durante su carrera profesional sintetizar las características que suelen definir estos procesos, donde la economía conductual y la irracionalidad juegan un papel crucial.
Comenzando por el desplazamiento generado por un activo novedoso, seguido por el boom de su valor, como demuestra la rentabilidad que acumulan algunas de estas divisas digitales. Posteriormente, llega la fase de euforia, donde el precio del activo se dispara siguiendo la «teoría del más tonto».
Mientras que inversores institucionales aprovechan su experiencia para sacar provecho de instrumentos como los mercados de futuros estrenados recientemente por la CME o la CBOE o buscan nuevos recursos como la concesión de un fondo cotizado en bolsa (ETF) relacionado con el Bitcoin, como la petición que Intercontinental Exchange hizo la semana pasada a la Comisión de Mercados y Valores de EEUU (SEC, por sus siglas en inglés), los reguladores aumentan sus alertas.
La SEC ya rechazó la petición de los gemelos Winklevoss de crear un ETF de este tipo el pasado marzo mientras advirtió a las celebridades y famosos sobre la ilegalidad de respaldar o promocionar emisiones de criptodivisas. A comienzos de la semana pasada esta agencia frenó la cotización de Crypto Co, una consultora californiana cuyos títulos han subido un 2.700% en sólo un mes, alegando una posible manipulación de los precios. A la euforia y posterior manía, le siguen otros pasos, todavía por materializarse, como son la recogida de beneficios por parte de los inversores más ávidos antes de que se desate la oleada final de pánico. De ahí que últimamente los reguladores insistan cada vez más en la extrema cautela que deben tener los participantes en estos mercados dada la elevada posibilidad de perder toda su inversión.
Desde ING, su economista Teunis Brosens, quien no esconde su entusiasmo por la tecnología blockchain, se suma a la multitud de analistas que observan las características de una burbuja especulativa. Comenzando por «el concepto de un activo que es nuevo, revolucionario, casi mágico, difícil de entender, pero que de todos modos tiene una proyección enorme de cara al futuro» y destacando a aquellos defensores que insisten en que «esta vez será diferente», reitera. Si esta será o no la excepción que marque la regla todavía está por ver pero los síntomas que imitan una burbuja especulativas son a día de hoy severos.
Goldman y su mesa de criptomonedas
Goldman Sachs prepara una nueva mesa de inversión centrada en divisas digitales, según adelantó la semana pasada Bloomberg. Este nuevo negocio estaría listo para comenzar a operar a finales de junio pero la compañía todavía está tratando de resolver algunos asuntos relacionados con la seguridad así como la custodia de este tipo de activos.
El banco liderado por Lloyd Blankfein se perfila como la primera gran entidad de Wall Street en tomar parte activa en este mercado, que acapara la atención de muchos inversores pero despierta la cautela de instituciones financieras. Planea dar acceso a algunos de sus clientes a los futuros de Bitcoin ofrecidos desde hace solo unos días por la CME y la CBOE. Otras entidades, como Citigroup o Bank of America, siguen sopesando si dará acceso a este tipo de activos.
Fuente: eleconomista.es