molFX

  • Puede que empiece a cobrar más a los bancos que más dinero ‘aparquen’
  • Se espera que rebaje la facilidad de depósito, compre bonos y más ‘QE’
  • Degradar la calidad de la deuda que se permite comprar es otra opción

Ayer se cumplió un año del inicio del programa de compras de deuda -QE- por parte del Banco Central Europeo y la entidad va a llevar a cabo su segunda gran ofensiva, debido a los crecientes problemas que está encontrando para impulsar los precios en la eurozona, como el petróleo barato.

La misión de la autoridad monetaria es lograr contagiar ánimos a los inversores e impulsar la economía, de forma que los precios lleguen al objetivo, establecido en un crecimiento en el 2%. Una de las estrategias sorpresivas que puede llevar a cabo es empezar a comprar deuda corporativa de las empresas europeas.

Draghi no convenció a los inversores en diciembre, cuando decidió incrementar el tiempo en el que se mantendría el QE, alargando su final hasta marzo de 2017 -en aquel momento el límite se mantenía establecido en septiembre de 2016-.

  • El recorte de la facilidad de depósito -lo que cobra a los bancos por dejar su dinero aparcado en el BCE- lo situó en el -0,3% y la decisión de reinvertir los vencimientos de los activos que ya ha comprado, tampoco fueron suficientes para que los bajistas capitulasen, dejando al mercado con hambre de más estímulos -motivo por el que las bolsas han rebotado en las últimas semanas-. Es por ello que quizá el consejo de gobierno del BCE decida en esta ocasión dar un golpe sobre la mesa, para intentar apartar, de una vez por todas, el riesgo de caer en deflación.

Para evitar castigar aún más a los bancos, que ya están sufriendo los bajos tipos de interés establecidos por el regulador, además de los tipos de depósito en negativo, los expertos creen que hoy se anunciará un mecanismo por el cual se escalonará la facilidad de depósito, cobrando más a los bancos que más dinero dejen aparcado en el BCE.

Las expectativas de los inversores en que Draghi sea capaz de tirar del carro de la bolsa europea son un problema para el regulador. Desde UBP explican que «el BCE parece estar atrapado entre su promesa de hacer lo que sea necesario, las expectativas del mercado y los datos económicos que sugieren una recuperación débil». En este mismo sentido, Rosa Duce, economista jefe del Centro de Inversiones de Deutsche Bank, explica que:

«esta vez Draghi no quiere defraudar. Sólo incrementando las compras de deuda y la penalización de los depósitos no será suficiente para lograr el apoyo de los inversores».

Por ello, se están barajando diferentes opciones con las que el economista italiano podría sorprender. Una de las posibles y más llamativas, que también ponen sobre la mesa grandes firmas de inversión como UBP e ING, es ampliar el espectro de deuda que puede comprar, incluyendo a partir de ahora bonos corporativos. Un 27% de los expertos encuestados por Bloomberg cree que esta medida se anunciará hoy. Natalia Aguirre, directora de análisis de Renta 4, explica sobre esto que «es donde podría producirse una mayor decepción, en caso de no materializarse».

Entre otras opciones poco ortodoxas que algunos analistas están barajando se encuentra que se establezca un sistema para que el BCE garantice los préstamos bancarios, y otras medidas como permitir comprar cualquier tipo de deuda que se encuentre dentro del grado de inversión. Javier Santacruz, profesor de IEB, explica que no cree «que lleguen a garantizar préstamos bancarios. Es una medida extrema. Si el BCE llega a eso, significaría que ha tocado fondo, y ya no puede dar más de sí; se convertiría en el banco malo de Europa. Sin embargo, sí creo que pueda degradar la calidad de la deuda que se permite comprar. Le interesa llegar a los tramos más rentables de la curva».

Por último, respecto a la posibilidad de que el regulador empiece a avalar la deuda que emitan los bancos, Santacruz destaca que «sería algo demasiado retorcido, ya que el BCE sólo puede comprar títulos en el mercado secundario, y no podría acudir a las emisiones».

 

Fuente: eleconomista.es