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El retorno de Europa se ha convertido en la nueva tonadilla que los primeros espadas de la arena comunitaria y los diplomáticos de las capitales repiten desde la pasada primavera. La victoria de Emmanuel Macron en Francia ha representado el clímax de una época en la que Europa ha recuperado la confianza tras una sucesión de annus horribilis, a lomos de una considerable mejora económica, y cierto alivio en dosieres tan complicados como el rescate griego o las negociaciones para la salida de Reino Unido de la UE. Pero este cambio de sensaciones que ha impregnado de positivismo la narrativa europea puede torcerse fácilmente con la llegada del otoño. Y de nuevo, el peor enemigo de Europa será la brecha entre la realidad y las expectativas, justo cuando se espera que las instituciones y los estados miembros se remanguen para concretar un plan para el futuro de la unión con la vista puesta en 2025.

Europa llega con aire en los pulmones y las pilas cargadas tras esta primera mitad del año. Todos los estados miembros de la UE crecen, y el FMI ha mejorado dos décimas el crecimiento para la eurozona en 2017 hasta el 1,9% del PIB. El populismo se atascó en las urnas holandesas y francesas. La Comisión Europea ha demostrado que tiene la sartén por el mango en las tan temidas negociaciones del Brexit, sobre todo frente a una Theresa May debilitada tras las elecciones que adelantó. Incluso el siempre complicado rescate griego ha superado su complicada segunda revisión, cargada de duras reformas. Atenas logró desbloquear 8.500 millones de euros con los que evita la quiebra, facilitando la vuelta del FMI al programa e incluso el retorno de Grecia a los mercados por primera vez en tres años.

Siguen los retos

La Unión no tiene tiempo para celebrar los obstáculos que ha superado cuando le espera un otoño con viejas y nuevas batallas. Continúa sin haber una solución a la vista para la llegada masiva de inmigrantes, la mayor crisis humanitaria en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. El presidente de EEUU, Donald Trump, puede desatar una guerra comercial con el Viejo Continente en cualquier momento. Los británicos amenazan con levantarse de la mesa cuando la discusión del Brexit se caliente al tratar el alrededor de 100 mil millones de euros que deben al presupuesto comunitario. Incluso nuestro país, visto como el niño modelo de la recuperación, también agitará las aguas con el referéndum de independencia en Cataluña.

Así, la alta jerarquía comunitaria volverá a mirar a París para predecir hasta qué punto la renovada confianza dejará resultados concretos. Macron encara un verano de protestas en las calles francesas como respuesta a su prometida reforma laboral y recortes presupuestarios. Los ajustes son un peaje que debe pagar para poder acudir a Berlín a negociar con la canciller, Angela Merkel, las tan largamente pospuestas reformas para reforzar la eurozona. Sobre todo, un presupuesto común que sirva como paraguas para cuando la situación económica amenace tormenta, y un ministro de Finanzas europeo con poderes para su control.

Este salto adelante en la integración, deseado por Macron, esperado por Bruselas, y priorizado durante años en más de una docena de hojas de ruta de la UE, dependerá de que el presidente francés no agüe la reforma por la presión de la calle, como ya sucedió durante el gobierno de su antecesor, François Hollande.

Para enmarcar el debate sobre el futuro de Europa, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, presentará finalmente el 13 de septiembre su visión para los próximos diez años. Juncker evitó presentar el plan de ataque el pasado marzo en Roma para no convertir la celebración de los 60 años del Tratado que sentó las bases del mercado común en un «combate de boxeo» entre los líderes europeos, según fuentes comunitarias. En su lugar, presentó media docena de escenarios que ahora cuajarán en una opción que desvelará en su discurso sobre el estado de la UE, y que los líderes perfilarán y adoptarán a finales de este año.

Tras tantos años de sorpresas negativas y sinsabores, algunas voces mantienen el optimismo en cuarentena. Diplomáticos no esperan avances en dosieres pendientes con especial importancia como la garantía de depósitos europea, ni siquiera tras las elecciones alemanas del 24 de septiembre. Veteranos funcionarios del Parlamento Europeo tampoco creen que el discurso del estado de la UE representará la profundización de la eurozona.

La mejor noticia: la ausencia de nuevos sobresaltos en la Unión Europea

El colapso financiero y la Gran Recesión. La crisis de los refugiados, la invasión de Crimea por parte de Rusia, la casi salida de Grecia del euro. La decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea; los ataques terroristas y la victoria de Donald Trump. La lista de severos reveses que ha tenido que encajar la Unión en la última década está bien poblada. Por eso, casi la mejor noticia que pueden celebrar los todavía 28 socios este año es que no han tenido que lidiar con un gran cisne negro en los primeros meses del año, más allá del susto que ha dado la banca italiana y Banco Popular.

Los eurócratas se van de vacaciones tranquilos. Y aunque la rentrée pueda parecer algo cuesta arriba, pinta mucho mejor que los escenarios vistos en años anteriores, ya fuera por los problemas griegos, la amenaza del populismo en europa o el súbito desgarro del Brexit. Una de las principales fuentes de inestabilidad tiene nombre y apellidos, porque cualquier decisión de Donald Trump o repentina carga en su cuenta de twitter puede complicar las cosas a la Unión Europea, como ya ha probado con el acuerdo sobre el clima de París o en el sector comercial.

Fuente: eleconomista.es