- Los expertos avisan: no se debe ‘cantar victoria’ porque persisten riesgos
El yuan, la divisa que puso contra las cuerdas al mercado en agosto de 2015 y, de nuevo, a comienzos de 2016 tras ser devaluada por las autoridades chinas, lleva desaparecida del mapa de riesgos globales desde hace meses. En este periodo de supuesta estabilidad, el también conocido como renminbi ha recuperado casi la mitad de todo el terreno cedido -un 38 por ciento del total, desde los mínimos que tocó el 28 de diciembre de 2016- en su cruce con el dólar, con el primer volantazo cambiario efectuado por el gigante asiático el 10 de agosto de 2015.
Una primera devaluación que días después, hace hoy exactamente dos años, provocó el crash chino, con consecuencias dramáticas en las bolsas a nivel mundial. Como si aquello y la réplica de principios de 2016 no hubieran ocurrido, en lo que va de 2017 el yuan repunta un 4,8% respecto al billete verde -desde la devaluación, hasta los mínimos de 2016 cayó casi el 11%-, en contra, incluso, de las previsiones de comienzo de año, cuando los analistas estimaban una lenta pero paulatina depreciación de la divisa china, ante el proceso de normalización de tipos en EEUU.
Por eso, hoy, los analistas no se ponen de acuerdo a la hora de explicar la apreciación, con la que el renminbi busca sus máximos del último año. Entre los expertos, surgen tres justificaciones principales, que coexisten o no dependiendo de quien firme el análisis, y que son: la debilidad del dólar, la mejora económica que muestran los datos y la ingeniería monetaria del Banco Popular de China.
Precisamente, esta institución ha remarcado recientemente que «el tipo de cambio del yuan podría permanecer estable en el segundo semestre del año y que, incluso, podría apreciarse». También ha admitido que, «vista la estabilidad actual», está valorando ampliar la banda del 2% en la que permite moverse a la divisa en su cruce con el dólar, desde un nivel que marca para cada sesión, al 3%.
Una medida que los analistas han corrido a (des)calificar como cosmética y simbólica -dirigida a construir un relato aperturista todavía cuestionable-, «ya que tendrá escasos efectos reales en mercado a corto plazo por los férreos controles actuales», según resume Suan Teck Kin, experto de la firma de inversión UOB, quien advierte de que «si la fortaleza del dólar y la aversión al riesgo regresan, la próxima ampliación de la banda podría inyectar una volatilidad renovada».
En lo que coinciden los analistas es en que, por más que las autoridades del gigante asiático insistan en distanciarse del comportamiento del yuan, las distintas medidas aplicadas en los últimos meses, sobre todo el endurecimiento en los controles de las salidas de capital, «han apoyado la apreciación de la divisa». El equipo de expertos del servicio de análisis de Bloomberg llega a afirmar que «el esfuerzo para hacer del yuan una divisa global importante ha sido prácticamente archivado», lo que, en su opinión, se ha traducido «en mayores reservas y una moneda más fuerte, aunque los riesgos no han cambiado en absoluto». Goldman Sachs, en la misma línea, avisa de que la revalorización del renminbi «puede no ser persistente».
Burbuja de crédito
Desde la segunda gran devaluación, en enero de 2016, que hizo que las bolsas mundiales empezasen el año de la peor forma hasta la fecha en términos de rentabilidad, China ha sido un elefante dormido, pero que sigue sin salir de la cacharrería. La economía del país no ha dado ningún susto, pero hay expertos que, si bien reconocen lo logrado, avisan de que ni mucho menos se está fuera de peligro. Jaime Sanz, responsable de asesoramiento de ráting para estados soberanos de Société Générale, señala al boom de crédito como uno de los mayores riesgos en este momento: «Se han implementado políticas de crédito muy expansivas, y este crecimiento de la deuda, a ese ritmo, es insostenible, como ya se ha avisado desde el Fondo Monetario Internacional. No es fácil calcular la deuda, pero se puede estimar que alcanza el 230% del PIB», reconoce.
Eso sí, las autoridades no son ajenas a esto, y ya han tomado cartas en el asunto. Jacobo Arteaga, analista de BrightGate Capital, explica cómo «el gobierno ha reconocido su problema de exceso de deuda, proponiendo soluciones para solventarlo. A finales de 2016 anunciaron que iban a probar un programa de intercambio de deuda por capital», con ciertos requisitos. Esto, según el experto, ayudará a que «empresas en sectores punteros, que han sufrido exceso de sobrecapacidad, redimensionadas y correctamente gestionadas puedan ser viables, y generar aportaciones positivas a la economía». El éxito de esta medida aún está por ver, pero, como explica Arteaga, «de lo que no cabe duda es que el gobierno, a través de esta medida, está comprando un preciado tiempo que le ayudará a gestionar el riesgo de su economía».
Fuente: eleconomista.es