molFX

  • La premier británica invocará el miércoles 29 la salida de la Unión Europea

theresa-may-nicola-sturgeon-brexit-ue-770-napi

 

Escocia ha irrumpido en el debate del Brexit con un complicado dilema para Theresa May. La demanda de una segunda consulta de independencia antes de que Reino Unido haya completado la travesía de salida de la UE supone una trampa para la primera ministra británica, que si se niega alimentaría la teoría de que Londres ignora la soberanía de los escoceses y, por ende, podría acabar incentivando los sentimientos secesionistas. Si acepta, por el contrario, arriesgaría una unión de más de 300 años y, por si fuera poco, obligaría a desviar la atención del divorcio de Bruselas, un trance sin precedentes al que se enfrenta con los días contados. .

La jugada por parte de la ministra principal escocesa es astuta. Nicola Sturgeon sabe que la mera demanda pone en un serio aprieto a May cuando menos lo necesita, a poco más de una semana de invocar el artículo 50 del Tratado de Lisboa y de iniciar el proceso de dos años que acabará con el primer abandono integral de un miembro de pleno derecho de la UE. Si hay un quebradero que la premier no necesita es el de la estabilidad constitucional de un país profundamente dividido tras el plebiscito del pasado año.

Los escoceses votaron mayoritariamente a favor de mantener el vínculo con Bruselas, pero con ellos también más del 48% del electorado, que apostó por la permanencia. Los que sentenciaron la salida eligieron la opción impredecible, puesto que los líderes de la plataforma que abogaba por el Brexit nunca aclararon qué fórmula implicaría la ruptura, ni en materia de inmigración, uno de los factores que más pesó en el imaginario colectivo de los votantes, ni en lo que se refiere a la crucial continuidad en el mercado común.

De ahí que Sturgeon esté convencida de que se ha producido el «cambio material» que el Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) había incluido en su programa electoral como condición para demandar un nuevo referéndum de independencia. Esta semana, el Parlamento de Escocia votará a favor de autorizar a la ministra principal a demandar oficialmente a Londres una nueva consulta.

Aunque de momento descarta especular con la posibilidad de convocarla unilateralmente, su estrategia inicial será acusar a May de menoscabar la soberanía de Edimburgo en nombre de una administración sin potestad sobre Escocia.

El victimismo institucional resulta una carta tentadora, puesto que reforzaría el apoyo popular a un segundo referéndum y, con ello, la presión sobre una primera ministra que podría tener que recular.

Precedentes de marcha atrás

Pese a la conocida obstinación de May, las opciones son reales, puesto que hay precedentes: la semana pasada su Gobierno se vio obligado a dar marcha atrás en una de las medidas estrella anunciadas en el primer presupuesto de Philip Hammond, después de que la controversia ocasionada por la ruptura de una promesa electoral recomendase cancelar la subida de impuestos para los autónomos.

De momento, la postura de la mandataria británica es clara: antes de que Reino Unido haya completado la salida «no es el momento» para plantear el debate territorial. El matiz reside en que no ha descartado una nueva consulta, tan solo se niega a que tenga lugar antes de que el Brexit haya quedado completado. Así y como recordó el pasado miércoles en el Parlamento, Escocia tendría que abandonar la UE con o sin independencia. Si seguir en Reino Unido implicaría dejar el bloque, romper supondría pasar a la cola de países que aspiran a integrarse.

Sturgeon lo ve desde otra perspectiva: el Brexit duro por el que ha optado el Ejecutivo británico alimentará las aspiraciones secesionistas, ya que los indecisos cambiarán de opinión cuando conozcan las verdaderas implicaciones de la fórmula por la que apuesta Londres, lo que los haría favorables a la convocatoria de un nuevo plebiscito.

May, por el contrario, considera que la mayoría de los escoceses no quieren revivir la división ocasionada por la primera votación, que se saldó en septiembre de 2014 con un respaldo de un 55% a favor de la continuidad del statu quo. La cuenta atrás comienza este miércoles, con la autorización parlamentaria, pero, a partir de ahí, el futuro de Reino Unido quedará en juego en más frentes que la salida de la UE.

Fuente: eleconomista.es