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(…) y ya van ocho aciertos desde 1955

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Parece increíble, pero la recesión, que ya se muestra imparable por el impacto del coronavirus, había sido vaticinada -una vez más- por la curva de rendimientos del bono americano hace un año.

La Reserva Federal y decenas de economistas habían restado importancia a esta inversión de la curva de tipos -es cuando el interés del bono del Tesoro de EEUU a un año supera al de diez- que se que se produjo a finales de marzo de 2019. Parecía que el entorno de bajos tipos de interés y los rollizos balances de los bancos centrales podrían estar ayudando a la curva a invertirse de una forma más recurrente que en el pasado, sin que ello anticipase la llegada de una recesión.

Un año después, la recesión parece estar a la vuelta de la esquina. ¿Sabía la curva de tipos que venía el coronavirus? No. Los inversores sabían lo mismo que el resto, pero el miedo a la desaceleración económica y la incertidumbre política, junto la casualidad, están a punto de completar el octavo acierto (y un solo fallo) de la curva desde 1955.

La inversión de la curva (bono a un año y a diez) ha anticipado en siete ocasiones (ocho cuando esta se produzca de facto) la llegada de una recesión entre nueve y veinticinco meses después de la inversión. En esta ocasión, también se cumplirían estos plazo a la perfección, puesto que fue en marzo de 2019 cuando el bono del Tesoro a un año superó en rentabilidad al de 10 años -otros expertos prefieren hacer la comparación con el bono a 2 años-. Esta forma de la curva (invertida) es poco habitual y se ha producido en momentos contados a lo largo de las últimas décadas.

En condiciones normales, la curva de tipos tiene una pendiente positiva en la que cada bono ofrece una rentabilidad superior a medida que aumenta su fecha de vencimiento. La explicación es lógica: grosso modo, no es lo mismo prestar dinero a alguien durante tres meses o un año que hacerlo con una promesa de devolución a diez o veinte años. La deuda o los bonos con vencimientos más largos suelen ofrecer un interés superior (prima a plazo), porque un mayor espacio de tiempo es sinónimo de incertidumbre.

La incertidumbre y el pesimismo por el futuro de la economía pueden tensar los mercados monetarios (como ha estado ocurriendo con el mercado de ‘repo’ en EEUU en las últimas semanas) y con ello los tipos a corto plazo.

Los inversores tienden a buscar mayor seguridad cuando se muestran pesimistas respecto al futuro y esto lo pueden encontrar en los activos seguros a mayor plazo (que se pueden mantener en cartera hasta su vencimiento con un cupón considerable), lo que mantiene relativamente estables o la baja los rendimientos de estos bonos. La diferencia entre los intereses a corto y a largo plazo se estrecha, porque además este proceso suele coincidir cuando la política monetaria se encuentra en un ciclo restrictivo, es decir, en plena subida de los tipos a corto plazo por parte de los bancos centrales. Este proceso desemboca en una reducción de la prima a plazo. Cuando la recesión está cerca o llega, los bancos centrales bajan los tipos de interés a corto plazo (que son los que dominan) y la curva recupera parte de su pendiente, pero ello no evita la llegada de la crisis, aunque sí puede suavizarla generando unas condiciones crediticias más adecuadas para evitar que se cierren los flujos y el crédito.

Fuente: eleconomista.es