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Nadie puede ir más rápido que la luz. Ni siquiera los sistemas de negociación de alta frecuencia, que intercambian órdenes en milisegundos y convierten las operaciones convencionales de la bolsa (donde antaño los inversores prestaban su capital a las empresas a cambio de la rentabilidad) en una especie de casino electrónico en el que los títulos cambian tantas veces de manos por minuto que, trasladando esa situación en realidad, un observador externo los vería flotando en mitad de la nada, como si no tuviesen propietarios.

En la carrera armamentística por ser el más rápido -multiplicar las operaciones es multiplicar las ganancias en cada compraventa-, todo vale: desde perforar túneles para tender por ellos cables que acorten la distancia entre los mercados electrónicos, hasta acelerar el funcionamiento de los nodos de las redes informáticas.

En esos centros, idénticos a los que utilizamos a diario para cargar páginas web o acceder al correo electrónico, los paquetes se distribuyen como lo harían en una central de correos. Y cuantos más paquetes, más jaleo, y más trabajo para las máquinas.

La última en sumarse a esta lucha es la australiana Metamoko, que ofrece un switch capaz de gestionar una operación completa en sólo 85 nanosegundos. Es el tiempo que tarda una compañía en cerrar el ciclo completo, desde que recibe la información sobre el precio del valor en sus oficinas hasta que el mercado electrónico ejecuta la orden de compra o venta como respuesta.

La marca es asombrosa, sobre todo si se tiene en cuenta que es tres veces mejor que la de un router multipropósito como los que fabrica el gigante de la electrónica de redes Cisco.

Pero como en toda competición, la industria de la negociación de alta frecuencia está a punto de llegar a un límite infranqueable: las leyes de la física y, en concreto, la velocidad de la luz.

La conclusión, tal como recuerda MIT Technology Review, es que antes o después los traders de alta frecuencia perderán su ventaja. Cuanto todos puedan emitir órdenes a la velocidad de la luz, habrá que invertir cantidades milmillonarias para obtener ganancias de eficiencia que serán tan pírricas que no merecerán la pena.

Fuente: eleconomista.es