Desde el mes de abril, el euro se ha apreciado alrededor de un 13% contra el dólar y un 7% frente a la cesta de divisas con la que trabaja el Banco Central Europeo (BCE). Esta apreciación de la divisa única puede suponer otro obstáculo para alcanzar el objetivo de inflación, o no.
Benoit Coeure, miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, ha señalado durante su intervención en un seminario en Fráncfort, que la apreciación del euro puede ser la consecuencia del mayor crecimiento de la eurozona, gracias a la fuerza de la demanda doméstica.
De modo que aunque los manuales de economía sugieran una apreciación del tipo de cambio reduzca el precio relativo de los bienes importados y, por ende, presione a la baja el Índice de Precios al Consumo (IPC), en esta ocasión este hecho puede ser contrarrestado por el fuerte aumento de la demanda doméstica.
Es decir, Coeure ha dejado entrever en su discurso, que la fortaleza del euro es consecuencia del mayor crecimiento económico de la eurozona y de una demanda interna al alza. Estos dos factores pueden constituir una presión al alza sobre los precios que haga desaparecer el efecto euro o efecto exchange-rate pass-through, que reduce los precios relativos de los bienes importados por los países de la eurozona.
Fuerzas que ‘aprecian’ el euro
Coeure ha señalado durante su exposición que hay tres motivos, con la misma fuerza aproximadamente, que ayudan a explicar la marcada apreciación del euro en los últimos meses: la mejora de las perspectivas de crecimiento, un componente exógeno como es la debilidad de EEUU y un endurecimiento relativo de la política monetaria europea respecto a la de la Reserva Federal.
Dentro de estos componentes, el de crecimiento económico por un shock positivo de la demanda ha cobrado un protagonismo que no se veía en los últimos años, lo que puede marcar una diferencia importante en el comportamiento de la inflación.
Tal vez, parte de la apreciación del euro se esté produciendo por «un shock de demanda favorable. La lógica es la siguiente: cuando la economía funciona por encima de su capacidad, surgen presiones inflacionarias que son suficiente fuertes para compensar totalmente los efectos desinflacionarios procedentes del tipo de cambio», explica el economista del BCE.
Es decir, las mejores perspectivas de crecimiento en la eurozona atraen flujos de capital extranjeros que quieren beneficiarse de esas expectativas, lo que supone una presión al alza sobre el euro y a la baja sobre la inflación. Sin embargo, esas expectativas de crecimiento se sostienen por una mayor demanda bienes y servicios que presionará al alza los precios.
Un shock de demanda diferente
Además, «en comparación con otros shocks de demanda positiva del pasado, la política monetaria actual seguirá siendo expansiva por mucho tiempo, lo que probablemente disminuirá aún más el efecto de la apreciación producto del mayor crecimiento económico», arguye Coeure.
Por otro lado, los exportadores internacionales que venden sus bienes y servicios a la eurozona podrían aprovechar la fortaleza del euro para incrementar sus márgenes. Es decir, aprovechando que el euro se aprecia respecto a sus divisas o respecto al dólar (divisa que domina el comercio internacional), las empresas exportadores podrían optar por subir los precios a los importadores europeos sin perder cuota de mercado.
Todo esto sugiere que en periodos de recuperación económica, arropados por una mejora de la confianza y un estímulo de la política monetaria pueden compensar las fuerzas desinflacionarias del tipo de cambio.
Fuente: eleconomista.es