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Este martes los estadounidenses irán a las urnas para decidir quién ocupará los 435 escaños de la Cámara de Representantes y 35 de los 100 bancos del Senado.

Además, 36 de los 50 estados del país elegirán a su gobernador.

Sin embargo, las primeras legislativas de la era Trump no son unas elecciones al uso. No solo por su coste, un récord de 5.200 millones de dólares, sino porque se perfilan como el referéndum a la gestión del inquilino de la Casa Blanca, quien desde hace dos años ha infligido una profunda división en el país.

De momento, el voto anticipado en Arizona, Delaware, Florida, Georgia, Idaho, Illinois, Indiana, Kansas, Luisiana, Maine, Maryland, Minnesota, Missouri, Mississippi, Montana, Carolina del Norte, Dakota del Norte, Nuevo México, Nevada, Oklahoma, South Carolina, Tennessee, Virginia, Wisconsin, Virginia Occidental y Washington, D.C. ya supera los niveles registrados en 2014.

Cómo interpretará Wall Street lo que suceda en las elecciones

En estos momentos, los republicanos confían en que mantendrán o ampliarán su hegemonía actual en la Cámara Alta, donde controlan 51 de los 100 escaños. Según indicaba The Wall Street Journal, los demócratas han reconocido ya en privado que sus titulares en Dakota del Norte, Indiana y Missouri corren el riesgo de perder la carrera electoral. El partido de la oposición ha limitado su exposición en Michigan, Pensilvania y Wisconsin, estados en los que Trump ganó en 2016, pero se muestra optimista a la hora de arrebatar escaños ocupados por los republicanos en Arizona y Nevada.

Sin embargo, el rumbo en la Cámara de Representantes es bien distinto. Las oportunidades de los republicanos de salvar su ventaja de 23 escaños se postula como una misión imposible dado que el partido de Trump da por perdidos al menos siete de los distritos que hasta ahora controlaba asumiendo ya que otros nueve en áreas suburbanas pasarán también a manos demócratas.

 

Dicho bloqueo en el Capitolio podría plantearse como una botella medio llena o medio vacía. De esta forma, la Casa Blanca intentaría trabajar con los demócratas en la Cámara de Representantes y los conservadores en el Senado para intentar pasar nuevos recortes de impuestos a la clase media y trabajadora o impulsar un plan de inversión en infraestructura.

Aún así, dada la retórica y división generada por el gobierno estadounidense y sobre todo por su mandatario, lo más probable es que las relaciones entre la administración Trump y el Congreso se deterioren rápidamente, sobre todo a medida que los demócratas comiencen a incrementar sus investigaciones contra el presidente en busca de una posible destitución.

Los demócratas también cuentan con una tendencia a su favor en las elecciones gubernamentales, donde prevén ganar, al menos, nueve de los 10 estados más poblados.

En una economía que en el tercer trimestre creció un 3,5% tras avanzar un 4,2% entre abril y junio, que generó 250.000 empleos en octubre, donde la tasa de paro se asienta en el 3,7% y los salarios crecen a su mayor ritmo en una década, la gestión de Trump ha generado una profunda brecha social, cuyos efectos electorales son todavía una incógnita.

Al mismo tiempo, el azote arancelario iniciado por la Casa Blanca, que no sólo tasa ya la mitad de las importaciones chinas que entran en el país, sino que también grava el acero y el aluminio procedente de varios aliados, cuenta con efectos diversos entre distintas industrias, una situación que algunos esperan se reflejará en las urnas.

 

 

Fuente: eleconomista.es