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Wall Street está caro y empieza a mostrar síntomas de debilidad. De media, y pese a las caídas de las últimas sesiones, los principales índices han repuntado un 15% desde las presidenciales que auparon a Donald Trump, lo que ha llevado al S&P 500 a cotizar con un PER (número de veces que el beneficio está recogido en el precio de la acción) de 17,7 veces (frente a las 15,1 del Stoxx 600). Una percepción que ya respaldan los gestores que participan en la encuesta de Bank of America Merrill Lynch (BofAML).

Las conclusiones de este sondeo mensual, publicadas ayer, revelan que el porcentaje de profesionales que ven sobrevalorado el mercado global de renta variable (que asciende a un 34%) no era tan elevado desde el año 2000. Y un 81% de los gestores considera que Estados Unidos es la región más cara (ver gráfico). Ambos porcentajes son netos, lo que quiere decir que muestran la diferencia neta entre los encuestados que ven el mercado sobrevalorado y los que no, de un total de 200 participantes. El dato relativo a Wall Street contrasta con el de la bolsa europea, que un 23% neto de expertos ve infravalorada.

Hace ya tres semanas -lo que llevamos de marzo- que el cansancio se va dejando notar en los principales índices estadounidenses: tanto el Dow Jones como el S&P 500 se dejan cerca de un 2%, después de meses en máximos históricos. La sesión de ayer fue especialmente complicada y al cierre de esta edición el Dow Jones cedía casi un 1% -en la que sería su peor sesión en seis meses-.

Sesión aciaga en EEUU

Tres fueron los factores principales que provocaron el traspiés bursátil durante la jornada. En primer lugar, los inversores comienzan a impacientarse con la Administración Trump, enfrascada en lograr pasar su proyecto de ley para derogar y reemplazar el sistema de salud orquestado por el expresidente Obama. Está previsto que la Cámara de Representantes vote el plan el jueves, pero la medida no cuenta con apoyos suficientes en el Senado, donde puede quedar bloqueada durante las próximas semanas.

«Los inversores perderán la paciencia rápidamente si este asunto permanece bloqueado hasta abril», avisaba Adam Crisafulli, estratega de JP Morgan, a sus clientes. El propio presidente Trump reconoció el lunes que su plan de reforma fiscal y rebaja de impuestos no podrá debatirse en el Congreso hasta que se cierre el capítulo sanitario.

La reciente caída del petróleo también pesó a los operadores, pero gran parte de la ansiedad registrada ayer estuvo generada por el comportamiento del bono americano a 10 años y la caída que experimenta el dólar desde que la Reserva Federal subiese los tipos la semana pasada.

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La rentabilidad del Treasury cayó hasta el 2,42% después de haber llegado a alcanzar el 2,62% antes de la decisión del banco central estadounidense de situar el precio del dinero en un rango de entre el 0,75 y el 1%. Un comportamiento que para muchos expertos demuestra cómo el mercado ha malinterpretado el mensaje telegrafiado por Janet Yellen y los altos funcionarios de la Fed.

«Los inversores siguen sin concebir que la Fed endurecerá su política hasta el punto de hacer daño a la renta variable», manifestó, Albert Edwards, estratega de Société Générale. Este experto apunta que si la Fed realmente llevará los tipos al 3% a finales de 2019, la rentabilidad del bono americano a 10 años debería estar en el 3% actualmente.

Por otro lado, la propia encuesta de BofAML también deja claro que la renta fija aún no es una amenaza para la variable. El 67% de los gestores cree que la rentabilidad del bono estadounidense a 10 años tendría que alcanzar el 3,5 o 4% para que motivase la entrada en un mercado bajista.

Desde Goldman Sachs, Jay Hatzius, su economista jefe, reconocía la semana pasada que las subidas registradas por la renta variable el pasado miércoles, cuando la Fed incrementó en 25 puntos básicos los tipos de interés «no era la reacción que buscaba» el banco central. «Los funcionarios de la Fed no buscaban un relajamiento de las condiciones financieras como el que hemos visto», señaló, justificando que una subida de tipos busca un ajuste moderado hacia un endurecimiento de dichas condiciones.

Fuente: eleconomista.es